El hombre pez de Liérganes, mucho más que una leyenda








Existen centenares de leyendas sobre seres extraordinarios a lo largo y ancho de nuestra geografía, pero cuando la leyenda se torna realidad, deja una huella imborrable allí donde sucede. Y esto precisamente es lo que paso en el precioso pueblo de Liérganes.

Liérganes es un pueblo cántabro que se sitúa en la comarca de Trasmiera, dentro de lo que se conoce como Valles Pasiegos. El pueblo se sitúa en un entorno natural sin parangón y posee un patrimonio envidiable, en el que destacan numerosas casas señoriales como la Casa Intendente Riaño (XVII), la Casa del Acebo (XVII) la Casa Cuesta Mercadillo (XVII), La Casa Rañada Rubalcaba (XIX), la Casa Rañada y Portilla (XVII) la Casa Langre (XVII), la Casa Setien (XVI), la Casa de los Cañones (XVIII), la Casa del Ángel (XVII), o la Casona de Cárcoba Rubalcaba (XVIII), contando también con otros elementos importantes como son el Puente Batán, la Presa y el Molino de Regolgo, la Ermita de S. Sebastián y S. Pantaleón (XVI), la Capilla del Carmen (XIX), la Iglesia de S. Pedro Advíncula (XVIII), la Ermita del Humilladero (XVI), el Palacio de La Rañada (XVIII), la Cruz de Rubalcaba (XVIII), el Palacio Museo de Elsedo o el Museo Fluvial, sin olvidarnos del Balneario que abrió sus puertas  en el año 1862 aprovechando el riego que le proporcionan las aguas sulfurosas y de mineralización media de la “Fuente Santa”.


                                          Palacio del Elsedo

El pueblo esta bañado por las aguas del Rio Miera sobre el que se sitúa el Puente Mayor junto al que se encuentra el Molino del S. (XVI) que alberga el centro de interpretación del Hombre Pez, dedicado al personaje que es el protagonista de la historia que nos ocupa y todo el conjunto esta coronado por sus dos maravillosas “tetas” conociéndose así a la montaña sobre la que se cobija el pueblo, por su parecido con los senos femeninos. Todo este conjunto hace del lugar uno de los pueblos más bonitos de España.




Vivía en esta villa, a mediados del siglo XVII la familia De la Vega – Casar, compuesta por Francisco de la Vega, María de Casar y sus cuatro hijos, entre ellos, Francisco, quien, al enviudar su madre, mando a este a Bilbao para instruirse en el oficio de carpintero.


En la tarde de la víspera del día de San Juan del año 1674 y después de un duro día en los que haceres del aprendizaje en la carpintería, este marcho junto a unos amigos a bañarse en el río. El joven se quito la ropa y tras zambullirse en el agua, nado río abajo hasta perdérsele de vista. Francisco era un gran nadador, cosa que era sabida por sus amigos que no temieron por él, hasta que pasadas unas horas sin dar señales de vida comenzaron a preocuparse. Pasado largo tiempo sin dar señales de vida, le dieron por ahogado.
Cinco años después, mientras unos pescadores faenaban en la bahía de Cádiz, observaron en el agua un extraño ser con apariencia humana, pero al intentar acercarse a él para ver de qué se trataba desapareció. El misterioso ser pudo ser observado en los días posteriores en varias ocasiones, lo que motivó que los pescadores quisieran darle caza, para lo cual utilizaron cebos de pan rodeándolo con redes.


Finalmente consiguieron atraparlo y al subirlo a cubierta, comprobaron con asombro como el extraño ser resultaba ser un hombre joven, corpulento, con el pelo rojizo y la tez pálida. El hombre poseía una cinta de escamas que le descendía desde la garganta hasta el estómago y otra que le cubría todo el espinazo además de tener unas gruesas uñas corroídas por la salitre del agua.


Sin saber muy bien cómo reaccionar, los pescadores decidieron llevar al extraño sujeto al convento de San Francisco, donde los frailes pasaron varios días interrogándolo en varios idiomas sin conseguir obtener de él ni una sola palabra. Tras varios días de esfuerzos intentando comunicarse con él, hasta con gestos,  el sujeto pronunció definitivamente una sola palabra; Liérganes.
Los frailes confusos, no sabían que significaba aquello y el suceso fue corriendo de boca en boca hasta que llego a oídos de un mozo montañés que trabajaba en Cádiz, quien comento, que por tierras cántabras, de donde él era, existía un pueblo llamado así. El hecho quedo confirmado por el Secretario del Santo Oficio de la Inquisición, Don Domingo de Cantolla, quien además era oriundo de aquellas tierras. Este se puso en contacto con las gentes del lugar, notificando el hallazgo efectuado en Cádiz y solicitando información sobre si allí había tenido lugar algún suceso que pudiese estar relacionado con el extraño ser que tenían en el convento, pero de Liérganes respondieron que allí no había tenido lugar ningún suceso fuera de lo normal, a parte de la desaparición, cinco años atrás, de Francisco de la Vega mientras nadaba en el río de Bilbao.
Aquella respuesta dejo intrigado al fraile del convento Juan Rosendo, quien solicito permiso para viajar con el sujeto hasta Liérganes y comprobar si efectivamente, aquel sujeto, era en realidad Francisco de la Vega. Cuando se encontraban a un cuarto de legua de Liérganes, el fraile dejo al joven que se adelantara en el camino, quien, sin errar una sola vez, se encamino hacia la casa de María de Casar. La mujer, nada más ver al joven lo reconoció como su hijo y así lo confirmaron dos de sus hermanos que se encontraban en ese momento en casa.


Allí se quedo el joven Francisco de nuevo en casa de su madre, donde vivía tranquilo, sin mostrar el más mínimo interés por nada ni por nadie. Solía ir totalmente desnudo y descalzo sin inquietarse lo mas mínimo, no hablaba y raras veces contestaba a las preguntas que se le hacían. Comía y bebía en grandes cantidades de una vez y luego permanecía varios días sin probar bocado. Hacía recados y llevaba correos de una población a otra con total diligencia pero siempre en silencio. En una ocasión le mandaron llevar un correo a un caballero de Santander, y no encontrándolo en el lugar, cruzo a nado una legua que separaba el embarcadero con el lugar donde se encontraba el destinatario y seguidamente retorno por el mismo lugar. Se introducía en la iglesia cuando veía a la gente acudir a misa pero no prestaba ninguna atención.
Francisco era visto como un ser extraño y se le creía loco hasta que un buen día, al cabo de nueve años, se introdujo en las aguas del rio desapareciendo para siempre.


CONCLUSIONES E INVESTIGACIONES

Desde luego que el caso del hombre pez de Liérganes es una caso bastante peculiar, que ha estado sujeto a posteriores investigaciones intentando dar una explicación científica al caso de este extraño ser.
La hipótesis que parece más acertada y que encajaría de alguna forma con el comportamiento y la descripción del sujeto en cuestión es la que apunta a que nuestro protagonista sufría una serie de taras desde nacimiento como el Cretinismo Endémico, la Ictiosis y una serie de malformaciones asociadas al Hipogonadismo e Hipotiroidismo.
El hecho de que los testimonios recogidos hablasen de una persona corta de entendimiento, con dificultades para comunicarse con normalidad apunta a un caso de Cretinismo. Sin embargo, el rasgo más definitorio del hombre pez, es precisamente la Ictiosis (Ictio – pez, sis – dolencia) una enfermedad frecuente además en personas con Hipotiroidismo como es el caso de los Cretinos. La palidez de la piel, la glotonería y las uñas gastadas son muy comunes entre los que padecen Ictiosis, enfermedad que se caracteriza también por la formación de escamaciones en la piel.
Otra evidencia médica es la que apunta a que las personas que padecen una función escasa o nula de tiroides como el Hipotiroidismo e Hipogonadismo, sufren una carencia importante de yodo, cuya función metabólica es vital para el correcto funcionamiento del organismo. Esto explicaría también la afición de Francisco por permanecer durante largo tiempo dentro del agua y mas, si se trataba de agua de mar, ya que es un agua rica en yodo, lo que le compensaría la carencia de yodo en su organismo, le aliviaba los síntomas de la Ictiosis y además,  cuanto más estaba en contacto con el agua, menos escamaciones padecía.


Aunque de alguna forma estas hipótesis puedan dar una explicación científica al comportamiento y aspecto de nuestro protagonista, Francisco de la Vega Casar, ninguna explica cómo era posible que un ser humano consiguiese sobrevivir continuamente inmerso en las aguas del mar, sin beber agua dulce y comiendo únicamente pescado crudo.
La historia del Hombre Pez de Liérganes, con el tiempo y la distancia se tornó en leyenda. La ausencia de explicaciones científicas en aquella época,  en la que la mayoría de los acontecimientos fuera de lo común tenían un origen divino o diabólico, hicieron que a Francisco se le considerase mas como una criatura extraña que como un ser humano, y más, cuando este hombre se asemejaba a las criaturas de las leyendas que hablaban de hombres pez. Pero en este caso la leyenda se torno realidad y la vida de Francisco quedo ligada al nombre de Liérganes,  perpetuándolo para siempre como “El Hombre Pez de Liérganes”.



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