El 12º Planeta

Este enigma nos sitúa en Mesopotamia, hace unos cinco mil años. Unas tablillas sumerias (primera civilización conocida de la historia) revelan que esta cultura alcanzó un elevado nivel de conocimientos astronómicos que para sí  hubiera querido Galileo. Y eso que los sumerios no tenían telescopios.
Según las tradiciones sumerias, el sistema solar estaba formado por doce planetas: los nueve conocidos, a los que ellos sumaban el Sol y la Luna, y un duodécimo, al que llamaban Nibiru. Este último tendría una órbita gigantesca y muy elíptica, y giraría alrededor del Sol cada tres mil seiscientos años.
Mito o realidad, la existencia de un astro solar desconocido para la ciencia actual parece una constante en algunas antiquísimas leyendas.
A comienzos de los años noventa, un investigador llamado Zetcharia Sitchin provocó un auténtico sismo. Irrumpió en el complejo mundo del estudio de las civilizaciones desaparecidas con una excelente carta de presentación: ser uno de los más fiables intérpretes de las tablillas sumerias que han existido.

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Sitchin examinó cientos de aquellas tablillas de barro plagadas de textos redactados con escritura cuneiforme. En concreto, las que mentaban cómo fue el origen de la humanidad. Lo que se encontró al traducirlas fue realmente inquietante. En ellas se decía que los fundadores de Sumer no fueron descendientes de los hombres del neolítico, sino unos seres a quienes los sumerios llamaban Anunnaki, una expresión que significa "aquellos que vinieron del cielo" , que vendría a ser la misma traducción que tiene la expresión Nefilim, nombre hebreo que se utiliza en la Biblia para denominar a los "hijos de los dioses".
Ciertamente, los sumerios poseían avanzados conocimientos astronómicos. La ciencia moderna tuvo que esperar al desarrollo del telescopio para descubrir Urano, un 13 de marzo de 1781. Por su parte, Neptuno fue identificado el 23 de septiembre de 1846 y Plutón fue localizado ya en el pasado siglo, concretamente el 18 de febrero de 1930.
Sin embargo, en Sumer ya representaban estos tres planetas. Pero es que además –como decía– hablaban de otro que por el momento para la ciencia actual no existe, pero que ellos ubicaban en los confines del sistema solar: Nibiru.
Las traducciones llevaron a Sitchin más lejos aún. Según dedujo, partiendo del contenido de las tablillas, Nibiru tiene una órbita muy elíptica, razón por la cual no se podría ver en la actualidad, pese a que los astrónomos siempre han sospechado la existencia de un planeta ubicado más allá de Neptuno y Plutón. Su órbita sería similar a la de un cometa, con un período de traslación de tres mil seiscientos años, tras los cuales se aproximaría al Sol cruzando muy cerca de la Tierra.
De acuerdo con el contenido de las tablillas traducidas por Sitchin, los Anunnaki son los habitantes de Nibiru y ocasionalmente los visitantes de la Tierra cuando el duodécimo planeta se aproxima a nuestro vecindario cósmico más próximo. En uno de esos acercamientos, según defiende Sitchin, los Anunnaki interfirieron directamente en nuestra historia evolutiva.
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Al parecer, los Nefilim, mediante intervención con ingeniería genética, tomaron el óvulo de una homínido y lo fertilizaron con esperma de uno de estos seres celestiales antes de implantarlo en la matriz de una terrícola, que alumbraría nueve meses después al primer Homo Sapiens.
Las tesis de Sitchin alcanzaron una gran difusión allá por los noventa. Con sus libros se produjo un fenómeno similar, aunque a una escala algo menor, a lo que ocurrió con las obras de Erich von Däniken, deslumbraron y abrieron los ojos a muchos neófitos, pero ambos corrieron la misma suerte ante la comunidad científica, que nunca aceptó sus argumentos.

Sobre Zecharia Sitchin

Como ya he expuesto, tradujo cientos de tablillas de arcilla que se encuentran en distintos museos del mundo y en ellas se encuentra escrita la historia según los Sumerios.
Sus traducciones, a pesar de haber sido considerado como uno de los más fiables intérpretes de tablillas sumerias que han existido, hicieron que la comunidad científica chocara frontalmente con lo que él y otros habían investigado por su cuenta, al considerar sus traducciones incorrectas.
Fue autor de las Crónicas de la Tierra, una serie de libros en los que expuso el resultado de sus investigaciones: El 12.º planeta fue el primero de ellos. Sus traducciones e interpretaciones provocaron muy diversas reacciones.

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Una vez traducida una parte de las tablillas sumerias asegura que se referían a una raza alienígena, llamada Anunnaki o Abbennakki, que habían creado a los humanos para que trabajaran como esclavos en sus minas de África (y en otros lugares de la Tierra).
Habla de que esta realeza era una combinación de "Dragones" y humanos, o que eran descendientes directos del dios solar Shamhash.
Los Anunnaki son veintitrés dioses del panteón sumerio, incluyendo a Enlil (señor de los vientos) y Enki (señor de la tierra).
A estos dioses solares se les llamaba 'Sir', o Dragones, en Babilonio. Asimismo, la palabra, 'Sir', aparentemente significa 'gran serpiente' que es relativa en Sánscrito con la palabra 'Sarpa', que también describe a los "dioses dragones", quienes crearon y regían a la cultura drávida.
Según Sitchin, los Anunnaki probablemente aún existan en otro plano de existencia, y aún pueden influir en la humanidad. Se especula que esa raza podían ser de aspecto anfibio, reptil o semireptil, según las descripciones antiguas. Autores como Anton Parks también ha desarrollado una teoría semejante. Recordemos igualmente que los dogones africanos, que describieron con muchos siglos de antelación la existencia de la estrella Sirio B, invisible desde nuestro planeta a simple vista, y que pudo ser fotografiada por primera vez en 1970, también describían a sus dioses, que habrían alcanzado nuestro mundo hace cinco mil quinientos años, con este aspecto anfibio.

Nibiru en la mitología de Babilonia

Nibiru, para los babilonios, era un cuerpo celeste asociado con el dios Marduk. Nibiru significa "lugar que cruza" o "lugar de transición". En muchos textos babilonios se identifica con el planeta Júpiter, aunque en la tablilla 5 de la Enûma Elish se asocia con la Estrella Polar, que también se conocía como Thuban o posiblemente Kochab.

Nibiru según la descripción de Sitchin

Según su descripción sobre la cosmología sumeria, Nibiru sería el buscado «duodécimo planeta», o el Planeta X (que incluye la descripción de 10 planetas, más el Sol, y la Luna).
En su opinión, el planeta habría adquirido el nombre del dios babilonio Marduk a consecuencia de una usurpación del poder por parte de este dios en el 2024 a. C., atribuyéndose la creación de la Tierra mediante la falsificación en las copias del poema épico Enuma-elish.
Igualmente indica que en la antigüedad se habría producido una catastrófica colisión de uno de sus satélites con Tiamat, un hipotético planeta también postulado por Sitchin, y que habría estado entre el planeta Marte y Júpiter; hecho que habría formado el planeta Tierra y el cinturón de asteroides. Además, según Sitchin, Nibiru habría sido el hogar de una poderosa raza alienígena, los Anunnaki. Como consecuencia de la colisión, según afirma Sitchin, el planeta Nibiru habría quedado atrapado en el Sistema Solar, volviendo al lugar de la colisión periódicamente en una órbita excéntrica.

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Sitchin cita algunas fuentes que según él, hablarían sobre el planeta, que posiblemente sería una estrella (concretamente una enana marrón) que estaría en una órbita sumamente elíptica alrededor del Sol, la cual tuvo su perihelio hace aproximadamente 3600 años y un período orbital de unos 3600 a 3760 años. Sitchin atribuye estos datos a los astrónomos de la civilización maya.
En un libro recientemente publicado, titulado 2012: cita con Marduk, el escritor e investigador turco Burak Eldem presenta una nueva hipótesis, sugiriendo que son 3661 años los que duraría el período orbital del supuesto planeta y reclamando que habrá "una fecha de vuelta" para el año 2012. Según la teoría de Eldem, 3661 es un séptimo de 25627, que es el ciclo total "de 5 años mundiales" según el calendario maya extendido. El último paso orbital de Marduk, añade, sucedió en el 1649 a. C. y causó grandes catástrofes sobre la Tierra, incluyendo la erupción de la isla Thera (en el mar Mediterráneo). A pesar de la belleza de la teoría no calza con la erupción de Thera que fue en 1627 antes de Cristo, ni tampoco con la mitología mesopotámica que lo "habría" visto cinco siglos antes y como sabemos ni siquiera ha sido visible facilmente el mismo siglo de su regreso.
Según los seguidores de la teoría de Sitchin, sus ideas estarían avaladas por su dominio en lenguas muertas como el sumerio, y asistidas por la traducción de piezas consideradas tesoros; aunque esto realmente no es científicamente un fundamento astronómico.
El escritor estadounidense Marshall Masters, en uno de sus libros, apoya la hipótesis de la existencia del planeta Nibiru en nuestro sistema solar.

La opinión de la Ciencia

La comunidad científica niega tajantemente la existencia de un planeta así, y ha realizado múltiples declaraciones en este sentido. Para los astrónomos, «las persistentes declaraciones acerca de un planeta cercano pero invisible son simplemente absurdas». Desde los foros científicos se alerta sobre una estrategia habitual para confundir y alimentar el mito de la existencia de este planeta, consistente en relacionar el planeta ficticio Nibiru con cualquier comentario acerca del Planeta X o con el planeta enano Eris.
En 1930, Clyde Tombaugh encontró el planeta Plutón, luego de una sistemática búsqueda iniciada por el Observatorio Lowell como resultado de las predicciones de Lowell acerca de la existencia de un miembro adicional en nuestro sistema solar. Sin embargo, se comprobó que la masa de Plutón era diminuta, y una vez analizada la órbita de Caronte (la luna de Plutón) se encontró que la masa del sistema era demasiado pequeña para afectar a la órbita de Neptuno. La búsqueda del Planeta X continuó.
En 1983 se produjo el lanzamiento del satélite-telescopio infrarrojo IRAS. Basadas en las observaciones de este satélite, se publicaron unas declaraciones, y posteriormente en 1984 también un artículo científico en la revista Astrophysical Journal Letters, titulado Unidentified point sources in the IRAS minisurvey (Fuentes puntuales no identificadas en el miniestudio de IRAS), en las que se discutían varias fuentes infrarrojas detectadas de origen desconocido. Este artículo provocó gran revuelo, y el resurgimiento de todo tipo de bulos y teorías conspirativas. No obstante, más tarde se descubriría que estos «objetos misteriosos» resultaron ser galaxias lejanas.
En 2008, un equipo japonés anunció que según sus cálculos, debía existir un planeta no descubierto a una distancia de unas 100 UA. (la unidad astronómica es la distancia media entre la Tierra y el Sol: unos 150 millones de kilómetros) con un tamaño de hasta dos tercios del de la Tierra. Estos cálculos refuerzan la hipótesis de la existencia de un planeta X, pero nada hace pensar que su órbita pueda ser distinta a la del resto de objetos del cinturón de Kuiper.

Epílogo

Sitchin construyó una historia de la humanidad, de acuerdo con la interpretación de esas tablillas, en la cual los Nefilim habrían protagonizado los episodios más notables desde la aparición del Homo Sapiens hasta la eclosión de las primeras civilizaciones. Por fantástica, su tesis se desinfló.
Sin embargo, Sitchin puso de manifiesto algo que sí era muy relevante: el conocimiento astronómico de los sumerios, que alcanzó cotas elevadísimas que, como en otros tantos casos, sólo fue recuperado por la ciencia moderna. Y eso ya es de por sí muy relevante, además de inexplicable. Tanto o más que el nacimiento del Homo Sapiens, que sigue siendo una gran incógnita para la que Sitchin propuso una respuesta en función del saber sumerio.
Precisamente eso es lo que nos falta: respuestas.
Y créanme, ante muchos de los interrogantes que presenta nuestra evolución, la intervención de una inteligencia exterior no debe ni mucho menos descartarse.