Propulsión OVNI: Hipótesis del Capitán Rene Plantier


AUNQUE LA TEORÍA DEL CAPITÁN PLANTIER, HOY EN DÍA TIENE VARIOS CONCEPTOS SUPERADOS POR LA CIENCIA ACTUAL, CREO QUE ES INTERESANTE MOSTRAR LAS DEDUCCIONES DE ESTE PENSADOR, QUIEN NO CERRÓ LAS PUERTAS A NADA EN SUS INVESTIGACIONES, TODO ESTO EN LA ÉPOCA DE LOS AGITADOS AÑOS 50.

En repetidas ocasiones hemos hablado de las teorías del capitán Rene Plantier, de la aviación francesa, sobre la propulsión de los OVNI. Este capitán de la fuerza aérea sugiere que las naves extraterrestres utilizan un "campo de gravitación propio".
Pero el caso de que esta magnífica idea, digna de un científico profesional fue concebida por Plantier, "en una época en que aún no se había oído hablar de los discos voladores" y por lo tanto, el mérito es mucho mayor, por cuanto no se trata de una idea surgida para dar explicación de algo existente, sino de una idea de su imaginación antes de que empezáramos a suponer que los discos usaran posiblemente este mismo sistema.
En efecto, encontrándose Rene Plantier en Indochina, y perteneciendo a la aviación militar, empezó a preguntarse qué características podría tener un aparato aéreo que utilizara el campo gravitatorio. Entregado de lleno a esta idea, la estudió bajo todos los aspectos, consiguiendo finalmente una descripción que se adapta exactamente a las observaciones obtenidas sobre los discos voladores.


En un principio la idea fue considerada como un imposible y descabellada, pero la ciencia actual la acepta con un interés cada día mayor, hasta el punto que una gran mayoría de científicos e investigadores que se dedican a su estudio, están de acuerdo en afirmar que el electromagnetismo, o los campos de fuerza electrogravitacionales constituyen la mayor fuerza de movimiento para nuestra futura aeronáutica. En prueba de ello, actualmente en muchos laboratorios de las mayores potencias mundiales, se está trabajando con el mayor secreto y ahínco, en investigaciones que permiten hallar un medio de emplear el electromagnetismo y la antigravedad como base de propulsión. Asimismo, parece que repetidamente se ha dado a entender que este medio de propulsión está directamente relacionado con todas las características conocidas de los OVNIS.
Parecería ser que Einstein realizó bastantes estudios en este sentido, partiendo de su teoría del campo unificado.
El mismo Hermann Oberth declaró ante el Congreso Internacional de Astronáutica, celebrado en Innsbruck, en 1954 (Austria), que cree que los discos extraterrestres excluyen cualquier medio de propulsión conocido en la tierra. La única posibilidad consistiría en un aparato antigravitatorio.


En realidad ignoramos casi todo lo referente a esta misteriosa fuerza que llamamos gravedad. Newton nos enseña que todos los objetos caen verticalmente hacia el suelo, siguiendo una línea que termina en el centro de la tierra.
Pero aparte de esto, esta fuerza nos es, en realidad, completamente desconocida, y posiblemente, a no tardar, nos dará sorpresas muy grandes. Esta fuerza ha sido estudiada abiertamente desde 1952, por un grupo de científicos canadienses, después que varios discos voladores sobrevolaran en repetidas ocasiones la base aérea de reactores de North Bay.
Hasta la fecha, la gran mayoría de los científicos canadienses se mostraba muy escéptica en cuanto a lo que se refería a los discos voladores. Hasta que vieron sobrevolar sus bases. A la segunda de estas apariciones el escepticismo se trocó en estupefacción; así varias altas personalidades de las ciencias canadienses, entre ellas el Doctor J.C. Mackenzie, presidente del comité de control de la energía atómica, que había ocupado también otros altos cargos y el famoso astrofísico Doctor Peter Millman, emitieron declaraciones "sobre lo fantástico que parecía que aquellos artefactos pudieran existir, pero que sin embargo, eran reales, y debían ser tenidos muy en cuenta, pues se sentían incapaces de descubrir una explicación para las maniobras de aquellas máquinas".
A la tercera de estas apariciones, el asunto tomó caracteres alarmantes, y se efectuó una reunión de alto nivel en Ottawa. Poco después, los servicios de información de la RCAF (Royal Canadian Air Force) admitían públicamente que el asunto era serio, y que se iba a iniciar una investigación completa.
Los resultados de esta primera investigación parecieron ser muy elocuentes, pues el gobierno canadiense creó el "Proyecto Magneto", y puso a su cabeza al ingeniero Wilbert Brockhouse Smith (ya fallecido), especializado en geomagnetismo y experto en electrónica, como asimismo autor de varios inventos.
El gobierno canadiense no ignoraba que este famoso ingeniero era un convencido del origen extraterrestre de los discos voladores. En efecto, después de descartar una tras otras, varias hipótesis sobre el origen de los OVNI, quedo convencido, tras las pruebas aportadas, de que se trataba de naves extraterrestres. Y esta elección del gobierno canadiense nos da la pauta de la posición que sustentan sus altos funcionarios en los que a los OVNI se refiere.
Wilbert B. Smith, no tardó en convencerse también de que existían grandes naves portadoras de OVNI y que estas eran las verdaderas naves interestelares empleadas para efectuar grandes viajes interplanetarios. Como fuentes de propulsión desconocidas encara varias hipótesis:

1) Motores atómicos o conversión de energía.
2) La energía que se desprende de los rayos cósmicos.
3) Electromagnetismo, o campos magnéticos de fuerza.

Esta última energía parecía ser la más convincente, a pesar de que no era la más aceptada entre la mayoría de los científicos. Pero había que tener en cuenta la interferencia que los aparatos magnéticos sufrían al paso de los OVNI, y por otra parte el capitán Plantier, en sus teorías había explicado de una manera muy real y sin verlos, el revolucionario método posiblemente empleado por los OVNI. También otros científicos de renombre apoyaban aquella teoría: el Doctor Fernand Roussel, canadiense de origen francés. El norteamericano Doctor Franz Zwicky del instituto californiano de tecnología, y un amigo mío de juventud, el profesor Marcel Pages, de Perpignan (Francia).
Ya en 1950, Smith y sus colaboradores habían revisado las bases del electromagnetismo de acuerdo con la teoría del campo unificado del gran Einstein, que afirmaba que tanto la gravedad como el magnetismo eran lo mismo.
En 1952, los sabios canadienses habían llegado a la conclusión de que sus estudios sobre las fuerzas electromagnéticas coincidían extrañamente con los aspectos de vuelo observados en los discos voladores.
Aquel mismo año, tras una entrevista en Washington con el mayor Donald Keyhoe, Smith, después de haber pedido permiso a sus superiores, entrego una copia de estas conclusiones a Keyhoe, permitiéndole incluirlas en su libro “Flying Saucer from Outer Space”. Reproducimos a continuación lo más importante de ellas.


Un grupo de científicos canadienses ha estado trabajando cierto tiempo sobre problemas relacionados con el campo magnético terrestre. Estas investigaciones parecen haber abierto el camino hacia una nueva tecnología en el magnetismo. Si las primeras conclusiones son correctas, ofrecerían una explicación inmediata sobre muchos de los extraños rasgos que han sido citados en relación con las observaciones de los discos voladores.
La conclusión básica reside en que es posible producir un 'vertedero' magnético (en ingles: sink) en el interior del campo terrestre; vale decir, una región en el que el fluido magnético fluye a una velocidad controlada, desprendiendo parte de su energía en el curso de este proceso. Este 'vertedero' tendría varias propiedades interesantes como las que siguen:

1) Se podría obtener energía eléctrica del colapso del campo magnético terrestre por este 'vertedero'.
2) Se podrían crear poderosas fuerzas de reacción en un anillo conductor que rodease el 'vertedero', suficientes para impulsar una nave adecuadamente diseñada.
3) Si el promedio del flujo magnético pudiese modularse, las perturbaciones magnéticas que resultasen podrían emplearse para fines de comunicación.


Es curioso observar que la mayoría de las descripciones de discos voladores, están de acuerdo con las características que serían necesarias para explotar las propiedades de un vertedero magnético. Por ejemplo, se describe a los discos volantes en forma de un gran disco circular, con una pequeña cabina central. En este caso el vertedero podría localizarse en la parte central superior de la cabina. Al hundirse el campo y atravesar el anillo circular, produciría en este la inducción de una corriente eléctrica, que a su vez reaccionaría con el campo magnético que la indujo, produciendo una fuerza que tendría una componente vertical substancial. El soporte y propulsión de la nave serían entonces una combinación de esta fuerza resultante, la acción aerodinámica del disco y la interacción ante corrientes en torbellino inducidas en el disco a través de su rotación y los campos principales.
La rotación del disco podría ser deliberada con el fin de inducir las corrientes de torbellino, o podría ser causada accidentalmente por el frenado ejercido por los electrones de la amplia corriente que circula alrededor del disco. En cualquier caso existen pruebas muy sólidas que están basadas en observaciones, de que el disco parece girar.
Puesto que el poder ascensional del disco sería proporcional al producto del campo magnético terrestre por el campo producido por la corriente inducida en el disco, puede deducirse que cuando el disco acelerase hacia arriba sería necesaria una fuerza mayor, que originaría una corriente circulatoria.
Si la corriente circulatoria fuera lo suficientemente amplia, y el enfriamiento del disco insuficiente, este podría ponerse al rojo vivo, e incluso al rojo blanco, teoría que está de acuerdo con muchas observaciones. También bajo ciertas condiciones de funcionamiento, podría crearse un muy elevado voltaje entre el centro y el borde exterior del disco, lo cual daría por resultado una descarga en corona a través de la atmósfera circundante, si el disco se hallase a suficiente altura. Tal descarga se parecería a una aurora boreal, pero mucho más intensa. Este extremo parece estar también confirmado por las observaciones.
El manejo de semejante disco sería muy complicado. En primer lugar, el campo magnético terrestre forma toda clase de ángulos con la horizontal, según la latitud geográfica y las condiciones particulares de cada región. Así, la dirección de la fuerza resultante de la acción recíproca del campo magnético terrestre y del campo del disco puede ir prácticamente hacia cualquier lado.
Además, la inclinación del disco para obtener la fuerza de reacción en la dirección deseada, probablemente originaría fuerzas aerodinámicas hacia cualquier otra dirección. Por consiguiente la navegación se realizaría después de haber determinado la dirección del campo, de compararla con la dirección en que se desea avanzar y analizar las fuerzas aerodinámicas originadas por su movimiento. Finalmente sería necesario realizar una corrección adecuada de la inclinación inicial del disco y del flujo magnético.


Es muy dudoso que un piloto humano pudiese realizar todas estas operaciones a la velocidad con la que sería necesario maniobrar un disco y en el curso de las intrincadas maniobras que se han visto realizar. Por consiguiente es muy probable que los mecanismos de pilotaje de los discos sean semiautomáticos o totalmente automáticos.
Existen muchos informes de discos que han permanecido cerniéndose durante algún tiempo sobre un lugar determinado. Para un disco que haya sido diseñado para funcionar como he descrito, esta maniobra sería probablemente la más fácil. Simplemente sería necesario ajustar íel flujo y la inclinación del disco hasta que la fuerza que resultase equilibrara exactamente el peso del disco. En este caso no existirían apenas problemas aerodinámicos.
No existe la menor indicación de que las aceleraciones a las que se verán sometidos los tripulantes de un disco fuesen distintas de las aceleraciones experimentales en cualquier otro tipo de aparato que realizase las mismas maniobras. La autoridades consultadas afirman que ni siquiera la teoría del campo unificado de Einstein afirma que la gravedad puede ser neutralizada, o la inercia de la materia vencida. Cuando se han observado discos que realizan virajes cerrados y otras maniobras que hubieran producido enormes aceleraciones, lo más probable es que dichos disco fueran gobernados a distancia y no contuviesen organismos vivientes tal como nosotros conocemos.
Como bien podemos ver, estas teorías se ajustan a todas las descripciones recogidas sobre los discos voladores, pero dejan sin aclarar los casos de discos tripulados por personas humanas en todo parecidas a nosotros.
El doctor Smith creía a la luz de lo que la inteligencia humana terrestre y actual puede comprender, que los discos no estaban tripulados por seres humanos como nosotros, porque estos no pudieran haber podido resistir los efectos que producirían en el organismo las tremendas aceleraciones ni el calor resultante del sobrecalentamiento material de la cabina. El doctor Smith opinaba que estos discos estaban probablemente teledirigidos y dotados de un robot automático unido a un cerebro electrónico que actuaba y calculaba todos los problemas originados para el vuelo. En cuanto a los cambios de coloración que se han observado en los discos, el doctor Smith los atribuía a los efectos de las diferentes velocidades de los discos y a la mayor o menor intensificación de la corriente sobre el anillo circular del disco, que se calentaría en mayor proporción según la velocidad y debido al movimiento a través del campo magnético. Así, por ejemplo, un disco posado en el suelo, y en la oscuridad - se sabe que muy raramente dejan de funcionar totalmente - emitirían un color rosa pálido. Cuando el piloto acelera para despegar, pasaría al rojo, rojo brillante, anaranjado, amarillo, y finalmente, en plena aceleración, mostraría el color del metal en blanco. Cuando por el contrario, el disco volara a gran velocidad y disminuye su aceleración para posarse, los colores se sucederían en sentido inverso: blanco, amarillo, anaranjado, rojo brillante, rojo, rosa pálido, hasta llegar a la oscuridad total, siempre que la maquina dejara de funcionar totalmente, aunque generalmente el color rosa pálido se mantiene constantemente aún posado.
Los colores azul y verde, observados en algunas ocasiones, se deberían - siempre según el Dr. Smith - a las diferentes alturas, y dependerían de las descargas ejercidas sobre el halo o corona, pudiendo producirse bajo ciertas condiciones atmosféricas, y según la altura, colores parecidos a los de la aurora boreal (todo ello comprobado y real).

Plantier, sin embargo, a pesar de estar de acuerdo con algunas teorías, contradice otras y ofrece perspectivas más adelantadas. Que Aimé Michel acepta sin ninguna clase de reserva, asegurando que las teorías de Plantier lo explican prácticamente todo.
De momento, todas estas teorías están aún lejos del alcance científico de nuestro mundo, pero suponiendo que llegáramos a descubrir los medios para dominar esta grandiosa y desconocida fuente de poder que es la gravedad, y pudiendo manejarla a nuestro antojo, en lo que se refiere a los vuelos de naves aéreas sucedería lo siguiente:

A) Dirigiendo esta fuerza controlada hacia lo alto, e intensificándola hasta lograr una mayor proporción de fuerza que la atracción terrestre, el objeto sometido a ello se elevaría, o para decirlo más exactamente, "caería hacia arriba".

B) Esta fuerza podría orientarse de manera de obtener "caídas" en cualquier dirección y a voluntad.

C) El objeto no rozaría el aire, pues este sería captado por el campo gravitacional propio y seguiría al objeto en su "caída". De esta manera se eludirían el recalentamiento, el ruido, y el estallido supersónico del frote atmosférico. (Esto explicaría el silencio y la gran capacidad de maniobras de los discos voladores, como así también la resistencia térmica que les permiten alcanzar velocidades fantásticas).

Pero los alcances de este campo llegarían aún más lejos, pues los tripulantes de estos tipos de naves serían sometidos a los efectos de este mismo campo de gravitación propio, y por lo tanto, también "caerían" con la nave, sin sufrir en ningún concepto los efectos de bruscas aceleraciones, detenciones instantáneas, y virajes brutales en ángulo recto, ya que "todas" y cada una de las moléculas de su cuerpo seguirán la misma dirección en que "cayese" el objeto.
Aunque esta hipótesis está en contradicción con la teoría electromagnética de los sabios canadienses, tiene, sin embargo, mayores probabilidades de ser real, por cuanto se ajusta más a la realidad de los discos tripulados. Por lo demás, una gran mayoría de los casos de OVNI - tal como dice Aimé Michel - se explican perfectamente según la teoría del capitán Plantier, que compartimos casi todos los que estudiamos el problema de los discos voladores. Plantier denomina a esta teoría "acción directa sobre el átomo".
Las primeras teorías de Plantier dejaban indiscutiblemente, ciertas lagunas, que con el tiempo el mismo se encargó de completar y perfeccionar. En su libro, “La propulsión des Soucoupes Volantes”, editado en 1955, también da nuevas interpretaciones a algunos hechos algo oscuros, que al parecer tenían algunos errores.
Quiero aclarar que no está en mi ánimo criticar las ideas y teorías ajenas, y en particular las de Plantier, a quien admiro sin reservas; por el contrario, pienso que este distinguido oficial piloto francés, merece la admiración del mundo entero por sus magníficos trabajos, muy por encima del alcance de la mayoría de todos nosotros. Así, para mayor gloría suya, expondré sus rectificaciones más sobresalientes.
El capitán Plantier suponía, en un principio, que la fuerza que actuaba para la propulsión de su teórica nave, provenía de los rayos cósmicos, esa desconocida y misteriosa radiación que nos llega de los espacios siderales y que contiene una fabulosa potencia de energía. Sabido es que una parte de esos rayos se infiltran en nuestra atmósfera y llegan hasta el nivel del mar a razón de una partícula por centímetro cuadrado y por minuto. Así, al captar los discos voladores esta energía de los rayos cósmicos o de los "fotones" producirían un campo de fuerza propio que, al sobreponerse al de la fuerza natural, daría como resultado el desplazamiento del disco. De esta manera no habría impedimento alguno para que el aparato se desplazase por los espacios siderales a velocidades cercanas a la de la luz, del orden de los 100000 km/s, lo cual no es exagerado si se tiene en cuenta que para su propulsión utilizaría los rayos cósmicos o la energía lumínica.


Ahora bien, en la nueva versión ampliada de su teoría Plantier sugiere su desarrollo sobre la siguiente base:

"Todos los núcleos atómicos o átomos de un cuerpo o masa determinada, son susceptibles de aceptar una fuerza proporcional a su volumen que los haga orientables y regulables a voluntad".
Esta fuerza es la energía del espacio, según Plantier, es decir, la energía que contienen los misteriosos rayos cósmicos, y agrega: "Yo entiendo por energía del espacio, no una entidad concreta y mensurable sino, la posibilidad existente de que nazcan espontáneamente en cualquier lugar del espacio partiendo de la nada para nuestros sentidos y nuestro conocimiento - partículas materiales dotadas de propiedades precisas que las individualicen".
Es decir perceptibles para nuestros sentidos e instrumentos. Con lo que Palier renueva las teorías de Hoyle y otros sobre la "creación continua del universo".
Plantier en su primer postulado nos dice:
"La energía del espacio está caracterizada en su estado inerte, por una especie de oposición estática de sus diversos componentes, cuyo resultado es nulo".
Este resultado nulo es la nada en cuanto a nuestros sentidos, Pero la atracción de un componente promoverá la atracción de los restantes. Es decir:

S componente en equilibrio = nada.

Por consiguiente:
S-I componentes = origen de la materia.

O sea:
Nada - X = Y

Con esta ecuación, a pesar de lo rara que pueda parecer, Plantier desarrolla su teoría sobre la formación u origen de los rayos cósmicos. Plantier supone que la aplicación práctica de esta energía a una nave, permitiría igualar a los discos voladores, ya que cree que estos aprovechan y regulan dicha energía para volar tanto dentro como fuera de la atmósfera.
Naturalmente, la función propulsora depende también de otros órganos desconocidos. El campo de acción de los componentes de esta fuerza, se extenderá alrededor de estos órganos, de la misma manera que los campos magnéticos se extienden alrededor de nuestro globo terrestre, o sea, según una ley en 2 I/R. Problema que, desconocido por nosotros, ha sido resuelto por nuestros visitantes interestelares, aplicando la ecuación antedicha.
Plantier atribuye a estos órganos desconocidos de los discos, una función corpuscológena Este órgano corpuscológeno es un misterio que está muy por encima de nuestros conocimientos actuales, y es casi inconcebible para nuestra ciencia, pues se trata del prodigioso milagro que la religión atribuye sólo a Dios, es decir, la renovación voluntad de toda materia conocida (Teoría científica de Hoyle).
El segundo problema consistiría en dominar la cantidad Y, que en la ecuación representa todos los restantes componentes, incluidos los dinámicos. Ciertas meditaciones de Plantier, lo mueven a creer que esto podría conseguirse mediante un campo electromagnético que rodease un cinturón toroidal en torno al cuerpo del objeto, y que al girar a gran velocidad provocaría la asimetrización necesaria (frecuentemente observado en los discos voladores).
Si consideramos estas bases como factibles, todo lo demás es sencillo, así las fantásticas aceleraciones observadas en estos discos, que ningún ser humano podría soportar sin morir, se explicaría perfectamente, ya que tanto el aparato como el ultimo átomo de sus tripulantes serían sometidos a la acción del campo electromagnético de fuerza propio, que los haría "caer" en el sentido deseado. Al orientar esta fuerza propulsora en el sentido axial del disco, nos daría las tres posiciones básicas para el mismo. La componente vectorial con la gravedad terrestre mG daría una fuerza axial F, que al equilibrarse ambas fuerzas, permitiría al disco permanecer inmóvil en el espacio. Cuando este se ladeara ligeramente, las dos fuerzas componentes darían el resultado R, que permitiría un vuelo relativamente lento. La aceleración y mayor velocidad se obtendría con la mayor inclinación del eje del disco (ver dibujo tercera figura). Plantier supone también que las grandes naves portadora, transportan discos en su interior, cuyo eje es paralelo al eje del "cigarro volante". Desde luego este hecho explicaría muchas observaciones registradas, en la que el cilindro navega lentamente en posición inclinada, y que para aumentar su velocidad adopta una posición horizontal.
La resistencia térmica de estos aparatos, como así también su silencio, se explicaría perfectamente por la disminución gradual en I/r2 de la intensidad del campo de fuerza propio, con lo que quedaría resuelto el problema de los vuelos de cuatro, cinco, y más veces, la velocidad del sonido en la atmósfera terrestre. El disco volador quedaría protegido del roce atmosférico por una especie de circunferencia de aire arrastrada por el disco, que sería la causa de los "halos luminosos" y de sus cambios de color. De esta manera podría desarrollar sin el menor peligro para sus tripulantes, las fantásticas velocidades que se han registrado en los radares.
Plantier, sin embargo, argumenta que si en una posible avería del aparato, la fuerza propulsora que crea el campo protector se cortase bruscamente, y la velocidad del aparato fuera muy elevada, el choque brusco del disco con la resistencia de la atmósfera lo desintegraría sin dejar rastros, produciéndose un estallido de grandes proporciones.


Plantier cree que éste es el caso de la terrible explosión en Podkamennaia-Tunguska, Siberia (Rusia), que posiblemente se halla debido al estallido de una gran nave nodriza, que desbastó una extensión de 40 kms de diámetro, "arrancando" del suelo muchos árboles "absorbidos" por el campo de fuerza de la nave, que debió desesperadamente de frenar su caída, pero cuyo motor averiado no funciona debidamente.
En cambio, si la avería se produjese en momentos en que el aparato volara a poca velocidad, y acompañado de otro disco (generalmente vuelan en parejas, tal vez en previsión de algún desperfecto), este recogería a su compañero en su campo de fuerzas, hasta llevarlo a la nave nodriza. Este hecho no solo explicaría porque nunca caen discos (sabemos de por lo menos un caso en que ello ha ocurrido), sino que también podría explicar muchos otros hechos misteriosos y fenómenos citados como: barcos en el aire; lanzamiento y traslado de grandes pesos en las construcciones de piedra, raptos desde el aire; tejados que vuelan sin viento ni razón alguna, etc.
Extraído del libro «La Realidad de los OVNI a través de la Historia» de Luis Anglada Font.

Fuente: IIEE- Chile